Hemos vivido décadas de regalos, décadas de desprecios,
décadas de torturas y silencios, décadas donde los poderes giraban hacia el
llamado “proletariado” o hacia los militares y secuaces, décadas donde las
oligarquías hicieron lo que quisieron, pues son ese extraño poder casi
omnipresente.
Hemos vivido décadas mirando hacia fuera, donde lo que
valía era lo que venía de afuera y en otras décadas, cuando se trabajó, se lo
hizo con esfuerzo por parte de los investigadores, los ingenieros, los
científicos y cuando el ingenio, el invento llegaba a la fábrica, había diez
operarios ajustando el mismo tornillo.
Desmesuras, continuos despilfarros, saqueos de todo tipo,
al pobre, al “indio”, aún al mendigo. Décadas de llenarse los bolsillos siendo
cambista porque el dólar era quien regía, y a esto, muchos les llamaron
“trabajo”.
Décadas de desmantelamientos de los cordones
industriales, décadas, infinitas décadas de saqueos a la educación por los
eternamente existentes recortes presupuestarios…
Décadas de formación docente con voz unipersonal, donde
no cabía otra cosa que lo que el maestro decía y pensaba, que era lo que desde
muy arriba se gestaba. Décadas infames, llenas de encono hacia los silencios
impuestos.
Cuando el equilibrio se conseguía con las armas, no era
más que un desbalance hacia el totalitarismo, cuando el equilibrio se conseguía
por los excesos de los sindicatos y poderes adjuntos, no era más que un
desbalance hacia la irracionalidad que conducía a la obsolescencia del término
“trabajo”.
Así llegamos hasta este aquí y ahora, con las palabras
vacías que se han vuelto a llenar lentamente de equívocos y traspiés.
Alguien, entre errores y aciertos en su vida dijo hace
muchos, muchos años: “Educar al soberano”.
Reflexiones Leonlandesas
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