Anoche tomé el bus de retorno al Estado Libre,
Soberano e Independiente de Leonlandia del Sur desde la provincia de Buenos
Aires.
En la estación Terminal, antes de abordar el
micro, conversé con un jovencito que iba hacia Rosario y estaba muy
desorientado porque sólo conocía Av. Pellegrini esquina Pte. Roca. Me preguntó
por una calle llamada Olivos e imaginé Olivé y sabía que quedaba en zona norte
pero él me aseguraba que estaba sólo a unas cuadras de la Terminal Mariano
Moreno. No me cerraban las coordenadas, Olivé está cerca del Parque Alem y del esplendente,
resplandeciente, benemérito y augusto Estadio de Rosario Central.
El chico había tenido un día fatal, desde
haber padecido un olvido en un remis que terminó en un robo porque no le
devolvieron el objeto dejado, haber padecido algunos malos tratos, perder el
micro directo por autopista, hasta quedarse sin batería en el móvil, todo había
sido caótico. Le ofrecí que llamase desde mi celular (que no tiene whatsapp
instalado, no me interesa) y él desconocía el número telefónico de los amigos
pues siempre la comunicación fue vía esa aplicación que yo no tengo. Lamenté
haber dejado en Murrussia Oriental el portafolio con la powerbank. Estaba todo
mal.
Cuando subimos le pedí que me mostrase la
entrada para cable USB de su celular y vi que era plana, entonces le ofrecí
cargar el celu con la netbook que nos dio el gobierno anterior gracias al plan
Conectar Igualdad.
Saqué de mi mochila la netbook y el cable,
la encendí, conectamos el celular y comenzó la carga; al mismo tiempo comenzó
una charla amena sobre estudios, materias de las facultades, su estudio en
Rosario, sus expectativas y las mías. Mientras tanto, la batería virtual de la
pantalla del celular comenzó a mostrar cómo la real se iba cargando nuevamente
de energía.
El chico vio que su celular revivía y se
puso feliz. Cuando la carga de energía lo habilitó, mandó mensaje a sus amigos
para confirmar la dirección y era otra, se trataba de la avenida Ovidio Lagos. Ahora
sí se ordenaban las coordenadas. El celular se iba cargando y nosotros cada vez
más descargados de energía porque el frío comenzó a sentirse con mayor
intensidad. Los pasajeros se arropaban y cubrían con toda clase de mantas.
Cuando llegamos a Rosario y el bus dobló
hacia Pte. Roca, el celular ya tenía batería completa, el chico estaba
sonriente después de un día hostil y podía llegar bien a la casa de sus amigos.
Nos saludamos amistosamente y me bajé a la entrada del edificio donde se
encuentra el Estado Libre, Soberano e Independiente de Leonlandia del Sur. Cada
uno siguió su rumbo.
En tanto subía por el ascensor, me sentí
feliz por él y por tener la netbook y el cable USB. Me di cuenta que Conectar Igualdad
va más allá del aula, más allá de Matemáticas, Alemán, Esperanto o Ajedrez
porque conectó a alguien que necesitaba ayuda, que necesitaba energía, con
alguien que podía ofrecerla. Fue entonces cuando evidencié que Conectar Igualdad es Conectar Solidaridad.
Violeta.-
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