domingo, 3 de enero de 2016

Pedro Balquinta se ha ido

Se ha ido sangre de mi sangre, sangre de la Tierra, sangre que ha dado su sangre sobreviviendo, amando, luchando, pariendo sabiduría ancestral en cada momento. Se ha ido Pedro Balquinta.

Lloro y mi sangre llora, porque como él, soy hija de la tierra, porque no sólo desciendo de vikingos, desciendo también de comechingones. Esas mezclas raras que sólo se dan en la Patria Grande, nuestra América Latina.

Pedro Balquinta contaba su historia que es la historia de los acallados a golpes y machetazos, la historia de los silenciados de los grandes capitales, la historia de los que sobrevivieron a las balas y torturas de dos masacres, mejor dicho, de dos GENOCIDIOS (pongamos las palabras en su lugar...): Napalpí y Zapallar.

El 19 de julio de 1.924, 130 policías más un grupo de civiles, fueron hacia Napalpí a reprimir y asesinar. La orden del Gobernador, Fernando Centeno, fue muy clara: subsumir y aplastar a criollos, Moqoit y Qom que exigiesen mejor paga por su trabajo en las cosechas del algodón.



El 9 de setiembre de 1.933 nuevamente apareció la protesta de los más pobres de los pobres, los que tenían hambre de años comiendo casi nada. El Zapallar, un caserío de unos 70 habitantes, Qom y Moqoit,  sus pobladores fueron acribillados cuando solicitaban comida.

Pedro Balquinta sobrevivió para que la memoria no sea anémica.

Llora mi sangre "india", llora mi sangre ancestral y antigua, llora porque su espíritu está buscando el monte chaqueño, está buscando el quebracho más alto, el pecarí, el canto del angú, el toc-toc sobre los troncos del carpintero lomo blanco; lloro porque su espíritu quiere libar una vez más del fruto del mburucuyá, tan dulce, tan rojo, tan bello. Lloro porque nada de esto hoy existe, sólo soja, sólo la puta soja que todo lo acapara, sólo la soja que es el nuevo oro de los avaros y que todo lo aniquila y provoca desierto tras desierto.



Llora Las Tolderías, hoy está de luto, llora el Chaco genuino, el de sangre, madera y tierra; los demás, los políticos y acaudalados de siempre, se acordarán quizás de Pedro Balquinta, le harán un homenaje para quedar bien, pronunciarán el hipócrita discurso y se irán a sus casas con la comodidad y el lujo que otorga el no hacer nada tras un escritorio ostentando un cargo bien pago, mientras los otros, los hijos de la tierra, siguen casi igual que hace 100 años atrás…

Cuando Pedro Balquinta cumplió 107 años, le hicieron una fiesta en el pueblo, lo honraron como se lo merece, como a un héroe; para el resto del país no existió la fiesta, porque no hubo noticia en los grandes medios, sólo recuerdo haber escuchado la noticia por Radio Nacional Clásica. Para los grandes medios, los porteños, los rosarinos, los cordobeses, esto no es noticia, esto aburre. Una vida que es historia e historias en sí misma no llama la atención de los vulgares a quienes los grandes medios, como de costumbre, deben seguir vulgarizando cada vez más hasta convertirlos en gusanos que se arrastran tras un culo, una teta o un chusmerío vil.



¿No sienten vergüenza los poderosos de siempre, los que roban la tierra, los que la muelen a hachazos y la desangran con las topadoras? ¿No sienten vergüenza los políticos, todos, sin excepción, de mirar hacia Punta del Este, Bariloche, Miami o Nueva York? 

No, ninguno siente vergüenza porque hacen la gran hijaputez de Moria Casán: polarizan los vidrios del coche; mejor dicho: polarizan los ojos del alma y entonces, nada duele, nada conmueve, nada hiere…

Violeta


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