Paradigmas A, B, C
Las Universidades Argentinas
públicas que conozco se mueven tras tres paradigmas: el paradigma positivista
(o neopositivista), crítico e interpretativo.
El docente selecciona, recorta y
distribuye los saberes a estudiarse bajo su paradigma. El estudiante aprende la
existencia de los tres pero no tiene la libertad de adherir al que más le guste
y si lo hace, deberá justificarlo (lo cual es correcto) pero su elección se
pagará con creces durante el examen (lo cual es incorrecto).
El docente cuando ya ha decidido
cuáles van a ser las lecturas, toma el todo (el libro entero) o las partes del
todo y conforma los cuadernillos delineando su cátedra. Los docentes
egocéntricos imponen como lectura obligatoria sus propias elaboraciones, sean
ya libros, transcripciones de seminarios, ponencias o talleres y todo este
material prepondera sobre los autores originales, aún tratándose de eminencias
como Kant o Hegel. Estoy hablando tanto del grado como del postgrado o maestría.
Este filtro egocéntrico aleja de las fuentes y pauta una visión desviada,
coartada y cercenada sobre los grandes pensadores, porque es la visión según el
paradigma y la selección del docente.
La cátedra está en reiteradas
oportunidades sólo para ser una Vorlesung medieval donde se toma nota de lo que
después se va a leer en casa, de esta manera y a la hora de la lectura, no hay
posibilidad de borrar el análisis previo que ya se estableció en la cátedra.
A la hora del examen, por lo general,
el estudiante de grado se aferra primero de los apuntes en clase y después va a
la obra en sí.
Invertir el orden es todo un
desafío y ciertamente lleva tiempo. Hay docentes que lo hacen y dejan
previamente si explicación alguna al estudiante solo frente al libro, entonces
uno escucha: “Para la próxima clase traigan leído X material que lo vamos a
trabajar en clase.” Este es un muy buen docente porque no dio ninguna pauta,
ningún indicio sobre el texto, permitió libertad dentro de lectura obligatoria
y lo más trascendente: libertad de interpretación. Y no importa si por falta de
práctica el estudiante entendió todo al revés, lo importante es que tuvo su
experiencia frente al libro, quizás y lamentablemente su primera experiencia. En la medida que vayan apareciendo las
explicaciones y los aportes de los estudiantes que pudieron captar las esencias
y las sustancias, se irá abriendo paso la comprensión en aquellos que o bien no
entendieron nada (lo cual es raro que suceda) o que entendieron cualquier cosa.
He aquí el valor de la lectura en soledad, sin el trazo de la tiza ni del
fibrón, sin el concepto de que el estudiante es un polluelo al que debemos
masticarle la lectura para que después la degluta.
La contradicción de sostener en
la gran teoría de la ciencia de la educación que el estudiante no es una tabula rasa pero en la práctica docente sostenerlo
como una verdad irrefutable es una exceso y todo exceso se paga con creces.
Hace muchos años, en
conversaciones con un estudiante de Ciencias Económicas, me dijo que cuando
asistía a la cátedra de fulano concebía al ideario capitalista como el mejor
del mundo, luego asistía a la clase de mengano y el sistema marxista era el
mejor del mundo. Este estudiante, brillante por cierto, estaba padeciendo de lo
que puedo denominar como “bipolaridad académica”. ¿Es el rol del docente
convencer al estudiante que lo propio, que eso a lo que uno adhiere es lo mejor del mundo?
Es muy complejo desapasionarse
del propio paradigma frente a la clase, pero es una obligación docente dar a
conocer que lo otro, que el otro paradigma, que no es más que ideología
política en clave académica, también existe y ante todo, que el estudiante,
como adulto que es, tiene la libertad de identificarse con el que más se
acerque a su cosmovisión.
Una X cátedra de Historia, cuyas docentes
eran afiliadas al Partido Radical, enseñaban el período de historia argentina
desde el año 1.922 (presidencia de Marcelo T. de Alvear, radical) al 1.962
(presidencia de Arturo Frondizi, radical intransigente) bajo la mirada única y
exclusiva radical: esto se podía oler en la insistencia de lectura de cada
apunte sobre el G.O.U., en la minimización del golpe de estado de 1.955 y en la
maximización del gobierno de Frondizi… Este tipo de cátedra debe desaparecer
porque no es cátedra, es un conciliábulo para el lavado de cerebros, es una
forzosa invitación a la afiliación al radicalismo, sea ya de manera directa a
partir de la militancia en la agrupación estudiantil o de manera indirecta con
un apoyo mesurado pero explícito.
Imagino a esta altura de las
circunstancias, cuando el radicalismo ha sido devorado por la derecha
irracional, que estas docentes han de estar en crisis de nervios, si es que les
queda alguna cuota de dignidad porque lo que pasa fuera del ámbito
universitario repercute inexorablemente intra muros de las cátedras, tal que de
las Universidades.
Entonces, y para terminar, no
subestimemos al estudiantado, no demos clases en las Universidades Argentinas
con el Manual Estrada como obra cumbre del pensamiento nacional, porque el
estudiante es un ser libre y pensante y breguemos para que sea finalmente un
librepensador.
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