“Marcos, Mario y Gustavo son mis ojos y mi inteligencia. Ellos son yo.
Lo que ellos piden o exigen, soy yo quien lo pide”. Dijo muy orondo hace
tiempo el presidente de los argentinos*. Ahora, su “yo = presidente” muta de
lugares, de modo tal que el Ello, el Yo y el Super-Yo que aparentaban no entrar
en conflicto, son lo que son: un aparato psíquico en crisis.
El Super-Yo del presidente, tal
que Marquitos Peña, quien satisfacía las instancias de conciencia moral frente
a sus conflictos infantiles irresolutos (no gastar de una sola vez todos los
globos, por ejemplo), es ahora desplazado... o quizás no, quizás sea reubicado en
el rol del Yo, mediando entre un Super-Yo aniquilado y un Ello potenciado, es decir, la maraña que el mismo presidente, escindido de
su rol de tal pero tripartito entre sus yoes,
supo crear y de la cual no puede salir, porque un nudo gordiano no se desata y
él lo sabe y lo que menos desea es que venga un Alejandro Magno y lo corte, ya
que esto significa que se terminó el caos; y el caos es algo satisfactorio a la
psiquis del presidente.
Si el Yo es ahora “Marquitos”, el
Super-Yo queda vacío, porque a Mario Quintana (Secretario de Coordinación
Interministerial) ya lo dio de baja. ¿Quién se atrevería a ser el Super-Yo del
presidente, un puesto inmerso en las temáticas concernientes a la moral, la ética
y a esos usos y costumbres que se han ido moldeando a lo largo de siglos cuando
éstos, que suponen una mirada hacia lo social como a un conjunto, los ha venido
agrietando desde antes de ser presidente? Entonces, la capacidad de autocrítica
y autoevaluación, quedan anuladas magistralmente.
El Ello, por su parte y que atañe
a las tramas primarias, tal que a las pulsiones, era el secretario de Coordinación de Políticas
Públicas, Gustavo Lopetegui, porque recordemos que si hay algo que
exaspera al presidente, es la política en su hacer, en tomas de decisiones, en
la práctica social, en la respuesta que debe dar el Estado de reconciliar
demandas conflictivas y la subsumió al mundo del placer festivo mediante
puestas en escena cargadas de glamour, pero a su vez balanceó el placer en el
displacer (hacia los otros, que no son sus yoes múltiples) con los ajustes económicos,
que para él, carecen de política y en esencia, de política social. ¿Quién se
atreverá ahora a ser el Ello del presidente, cuando es sabido que en el Ello operan
Eros y Tánatos? Porque ahora, el Eros de la victoria tan ansiada, se está
convirtiendo en el Tánatos de la derrota tan previamente anunciada por quienes
saben y entienden de política monetaria y política en sí. Sin embargo, el presidente
desplaza a Tánatos hacia el afuera, hacia el otro que no es de su congregación,
creyendo que de esta manera puede aliviar la parte o el todo que le toca a él,
mas la maquinaria mediática ya está haciendo agua y los shows judiciales no
tienen el efecto de hace apenas unas semanas. Respondiendo a la pregunta de ¿Quién se atreverá ahora a ser el Ello del
presidente…?: lo es ya mismo él, el presidente, en su mirada de “principio
de placer” satisfaciéndose con fruición al generar angustia en los demás, porque
en el Ello, si bien se da un reconocimiento de la angustia, no existe un punto
de anclaje de la misma, por lo tanto él es eso que el Ello representa en estado
puro: la imprudencia que se aniquila en el contacto con el exterior.
Siendo el Yo del aparato psíquico
del presidente “Marquitos” Peña, ¿podrá lidiar mediando entre carencia de
demanda del Super-Yo vaciado de sus esencias y el Ello cooptado por el propio
presidente desde la perspectiva del placer sin estribos?
No quisiera estar en los zapatos
de “Marquitos” Peña…
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