En cualquier deporte suceden cuestiones trágicas y el polo no está
exento.
Recordamos a Ignacio como un joven ágil, lleno de energía, apasionado
por los caballos, amante del aire libre y el sol.
La tragedia llegó a su vida al caer de la yegua y nunca se pudo
recuperar. Su destino fue estar quieto, la inmovilidad lo mantenía en cama, con
todo el instrumental médico a su alcance, pero nada fue suficiente.
Muchos dicen hoy que ya ha dejado de sufrir; ha sido demasiado para una
personalidad llena de bríos y empuje.
Pero no quiero entrar en este pequeño homenaje en las rencillas que
circulan por los medios de comunicación culpando a unos o a otros,
posicionándose como si se tratase de estar dentro del campo disputándose un
aguerrido partido. Ignacio Ballesteros no se lo merece. Respeto, por favor.
Respeto a alguien que ha partido de este mundo, respeto a alguien que supo
respetar a los demás, respeto a alguien que lo único que deseaba era volver a
estar con sus caballos…
Ahora, en el cielo estará él jugando un partido de polo con los
grandes que también se fueron y dejaron su impronta en el polo internacional.
Dios lo reciba en su gloria, Q.E.P.D.
Marilina Klostenmayer
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